Es obvio que el cine, como tal, es un artificio en el que
todo es una mentira que la gente juega a creer por un par de horas. Es el
resultado de un proceso psicológico que tiene que ver con la suspensión de la incredulidad, necesario para poder experimentar la historia de
una manera emocional y como si le afectara a uno mismo. Pero eso no significa
que el público crea todo lo que le contemos, o que no sea capaz de detectar
cuándo se está infravalorando su inteligencia como espectador. Y más si nos
referimos al ente que representa una audiencia en su conjunto.
Por el bien de la obra y del propio autor del guión, sea
cual sea el género de historia que se esté creando, es absolutamente
conveniente que se considere inteligente al público al que nos dirigimos, de forma que no se repita una información de manera machacona si no es con un propósito concreto, o que no se cuente absolutamente todo lo que ayuda a entender la historia, o que la información se exponga de una manera demasiado explícita. Tanto es así que, puestos a
no encontrar el equilibrio, es conveniente pasarse que quedarse corto en esa
concepción del “público inteligente”: el público suele valorar mejor aquellas historias en las que se le ha escapado algún detalle que las que le han mascado toda la información hasta la saciedad.
Para conseguir nuestro propósito, uno de los recursos que existen surge de
lo que yo denomino “acciones de escena”, en virtud de las cuales, de una manera
no verbal, estamos transmitiendo al público una información útil para entender
el conjunto de la escena y de la historia. Un claro ejemplo que me gusta poner es el del
personaje de John Book (Harrison Ford) en el policíaco Único testigo, de Peter Weir. En el primer acto, John debe ir a casa
de su jefe a contarle una cosa muy importante sobre el caso a resolver. Al
llegar, antes de comenzar a hablar, John se dirige al mueble bar y se sirve un
whiskey. Luego, procede a exponer la información a su jefe.
Ese simple gesto, esa acción de escena, nos está diciendo
que John ha ido a esa casa muchas veces y que tiene una relación íntima con su
jefe, algo vital para entender un conflicto que surge posteriormente. Hubiera
sido más aburrido explicar cómo es la relación entre ambos con una frase de diálogo.
Afortunadamente, tuvieron en cuenta que lo visual tiene mucha más fuerza que lo
verbal y decidieron hacerlo de esa manera sutil, suponiendo que el público
potencial de esa película lo entendería y, de una manera más o menos
inconsciente, lo agradecería.
Cuando me dicen que la gente no va al cine para pensar, contesto: pues dime a dónde que yo los acompaño.
ResponderEliminarGracias, Joaquín! Yo no diría que el público va a pensar exactamente, sino a emocionarse. Ocurre también que "pensar" es algo inherente a la condición humana (aunque a veces no lo parezca, jajaja...) y el espectador, de una forma mecánica, debe procesar, digerir... la información que se le da. Ahí entra en juego tanto las acciones de escena como toda la simbología que aportan elementos como las localizaciones, los colores... Nada que tú no conozcas, por cierto.
EliminarOtra cosa muy distinta es hacerlo pensar más allá de ese acto mecánico, proponerle una reflexión adicional a partir de una información expuesta de una manera muy intelectual, no aderezado por una trama interesante, a palo seco, si me permites la expresión. Para esto, amigo, hay un público mucho más reducido.
Los absolutos son siempre mentira (incluyendo este, probablemente, jijiji) pero una gran mayoría de los espectadores de cine (que es una cosa distinta al concepto "gente que ve películas", que incluye tb el que se traga lo que le ponen en el cine, el que busca y selecciona lo que ve entre fondos de bibliotecas públicas, filmotecas, videoclubes... o Internet) busca evasión.
ResponderEliminarLa evasión puede hacerte pensar o no. Puede hacerte reír o no. Puede ser consistente o no. Evasión puede ser "El árbol de la vida" o "Transformers". Y si el espectador de cada una sale del cine con la sensación de que la película le ha servido para algo positivo, ha cumplido sus expectativas, etc pues bien.
Y esto es así para "Fuga de cerebros 2" y para "Grupo7", dos pelis españolas, exitosas, opuestas en el espectro de calidad cinematográfica pero capaces de proporcionar emociones, entretenimiento y evasión a un público numeroso y variado por motivos seguramente opuestos.
Pero calificar de menos inteligente al público de la comedia citada que al del policíaco sería reduccionista. El público de "Fuga de cerebros 2" en su mayoría sabía lo que quería de la peli y esta se lo ha proporcionado.
El público suele ser inteligente, pero si el productor/director/guionista lo son conseguirán el éxito, especialmente si lo que desean es que la gente vaya a ver su película, basta ofrecer aquello por lo que el público está dispuesto a pagar.
Si es una ñoñería romántica procedente de un escrito italiano para adolescentes con Mario Casas... ¡acierto!
Si es un crudo policíaco con toque social y lumpen con Mario Casas... ¡acierto!
Vaya... al final va a ser Mario Casas la salvación del cine español...
jajaj... gracias, Antonio!
EliminarYo estoy de acuerdo con todo lo que dices, aunque espero que no se desprenda de mi post que pienso que los espectadores de comedia juvenil descerebrada (hablo de un tipo de película en concreto, no del tipo de público) sea menos inteligente. De hecho, me incluyo en el grupo que ve y disfruta de "Porkys" y de "Stalker".
Cada película tiene su público, por eso no todo el público "entiende, divierte, emociona ,horroriza, apasiona, avergüenza, discrepa, ama y un largo etc. con todas las películas. Influyen, la edad, predisposición al tema, agudeza mental, forma de ser, cultura, momento emocional, sentido del humor (muy importante) y otro largo etc. que producen la diversidad del cine (que es vida).¿acaso todo eso no es inteligencia? ¡cuidado con subestimar al público!
ResponderEliminarGracias, Mª Ángeles! Me quedo con tu última frase :-)
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